Ayer atendí en consulta a una
amiga de 10 años de edad…

«Kari, ¿me puedes dar una clase de yoga para relajarme?»

Es que tengo una competición y
estoy muy nerviosa», me dijo.

Ella vino a casa con esa idea,
clase de yoga…

Nos sentamos juntas en el suelo
sobre la esterilla morada,
y charlamos… me contó su preocupación, sus temores,
su forma de ver lo que le
estaba sucediendo y su sufrimiento…

En esta «relación» que fuimos co_creando (en tan solo minutos),
ella se abrió,
abrió su dulce corazón y pudo expresar sin temor, su miedo…

Luego, de forma natural,
nos pusimos de pié y nos sumergimos en su inconsciente
a través de una línea del tiempo
imaginaria…

Allí sucedió otra magia…
conectó y ancló con rayos de luz
de sus colores favoritos
esa confianza y seguridad
que ya la habitan, que ya conocía…
pudo cambiar su sensación física
y con ello, crear su mejor competición,
la perfecta para ella…

«Gracias Kary, me siento mucho más tranquila»,
y con una sonrisa radiante me abrazó fuerte y se fué…

Esto también es yoga para mí,
la unión de dos almas
que se encuentran, se reconocen,
se conectan…
hay un propósito mayor
que mi mente desconoce y
sirvo a ese propósito con amor…

Fluir con el Ser que se presenta
ante mi, sin imponer, sin juzgar…
Esto me hace sentir unida a todo…

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